Dejó la tarde que, agonizaba
un rayo del Sol sobre, una rosa,
y un beso robó de la misteriosa
corola que, sus estambres cuidaba.
Fue la misma tarde que yo miraba
la, hermosura que gentil rebosa
en tu faz risueña, y temerosa,
bermejo "clavelón" que madrugaba.
En tu pecho palpitante se vertía
el efluvio rebosante del amor,
que mi boca en silencio te ofrecía.
Como el cáliz madurado, en la flor,
que al viento con orgullo desafía
con el nocturno perfumen rondador.
De mi libro (ARCOS DE AZULES ALBORADAS)
Autor: Pablo Grados Tapia
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